A Yocairy Amarante, de 19 años de edad, la vida le hizo una mala jugada, cuando en septiembre pasado, por encargo de su expareja, Willy Antonio Javier Monegro, fue atacada con un químico corrosivo, conocido como “acido del diablo”, mientras se desplazaba en un carro de transporte público, en el sector María Auxiliadora del Distrito Nacional.
Yocairy permaneció por dos meses en la Unidad de Quemados del Hospital Ney Arias Lora en Santo Domingo Norte. El poderoso liquido le consumió su ojo derecho y del ojo izquierdo solo puede ver con dificultad o borroso, como ella misma lo expresa.
Con casi un mes de que recibiera el alta médica, la joven madre, residente en el barrio Mejoramiento Social de la capital, continúa recibiendo atenciones médicas interdiarias y los doctores auguran que, dependiendo de la evolución de la cicatrización de las quemaduras, podría ser sometida a otra operación reconstructiva.
La cara de aquella joven de ojos marones intensos está irreconocible. Sus brazos y sus piernas quedaron quemados casi en su totalidad. “Por suerte el ácido no alcanzó mi cuero cabelludo y todavía tengo mi pelo intacto”, expresa Yocairy, mientras disfruta de su pequeña Winny de dos años de edad, a quien considera su impulso para continuar.
Los médicos injertaron piel en todas las zonas de su cuerpo y cara donde la quemazón que produce el “acido del diablo” afectó más.
“El proceso de recuperación ha sido muy difícil y doloroso. Todavía la cura sigue siendo muy difícil. Siento picazón y molestias en el cuerpo”, expresa la joven contra quien su expareja pagó 3,500 pesos a Pedro Alexander Sosa Méndez y Joan José Feliz (Pinocho), para que ejecutaran el crimen-atentado.
Aunque Yocairy subió a su cuenta de Instagram un video en el que se le ve bailando salsa con el rostro cubierto por un vendaje y lentes oscuros, ella narra que eso refleja la confianza que tiene en sí misma y la decisión que ha tomado de autoanimarse.
“De mi ánimo yo estoy súper bien, gracias a Dios. Es triste lo que me pasó, pues todavía no lo he superado, claro que no, pero mi ánimo lo tengo bien alto. Lo tengo al cien por ciento”, indica Yocairy.
“En un momento estaba pensando cosas negativas. Como intentar quitarme la vida, pero ya no pienso en nada de eso. Cuando eso me viene a la mente, lo que hago es que pienso en mi hija y pienso en que tengo que echar pa’lante. Le digo Dios mío quítame los malos pensamientos y reprendo al diablo”, revela.
Una de las cosas que más le afectan en esta “nueva vida” que enfrenta, es el no poder trabajar. Además, dice que casi no puede salir a pasear con su hija y que cuando salió y bailó salsa en días pasados, lo hizo para despejar la mente.
“En los adelante quiero tratar de echar pa’lante con mi hija y mi familia. Quiero poner mi propio negocio de salón, porque sé que con mi condición no me van a dar trabajo en ningún lado. He conocido otras chicas que están quemadas y han intentado buscar trabajo y no lo consiguen”, cuenta Yocairy, quien antes de la tragedia laboraba en una tienda de ropas.
Continúa diciendo: “En este momento yo lo único que quiero solicitarle al presidente de la República, Luis Abinader, es que me ayude con mi cirugía en la cara. Que me ayude a que mi cara quede un poco mejor para yo poder trabajar y cuando las mujeres vengan a mi salón no se asusten”, comenta mientras deja escapar una sonrisa a medias. La joven teme que su hija no la pueda reconocer.
Luchará por justicia
Willy Antonio Javier Monegro guarda prisión preventiva en el 15 de Azua junto a los dos hombres que ejecutaron el hecho. Su madre y su hermano acuden a los procesos judiciales que se les siguen a los imputados.
“Deseo que le echen, no 40 años de cárcel, sino 50 o cadena perpetua, porque lo que ellos hicieron fue una muerte en vida. Pido a las autoridades que se haga justicia y voy a luchar porque sobre ellos caiga la condena que le toca”, argumenta con marcada seguridad.
Pide de favor que lo que le pasó a ella no le pase a otra joven más. Por eso exige justicia y hace un llamado a las jóvenes a cuidarse por sobre todas las cosas, ante la primera amenaza, maltrato físico y verbal ir a la Policía y denunciarlo.
“A mí me pasó esto por no denunciar a mi expareja. él me maltrataba física y verbalmente y yo nunca le puse una querella. Supuestamente está arrepentido, pero lo que él hizo no tiene reversa. Me gustaría que él viera como él dejó a la mamá de su hija”, relata.
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